Una introducción histórica a la Alhambra de Granada
La Alhambra de Granada toma su nombre del color rojizo de sus muros, y se encuentra situada en lo alto de la colina de al-Sabika, en la parte izquierda del río Darro, en la parte este de la ciudad, y frente al barrio del Albaicín y de la Alcazaba. Desde su posición se puede observar prácticamente toda la ciudad y su conjunto, completamente amurallado, posee una forma irregular limitando al norte por el valle del Darro, al sur por el de la al-Sabika, y al este por la Cuesta del Rey Chico, que a su vez la separan del Albaicín y del Generalife, situado en el cerro del Sol.
Los primeros registros de la ciudad datan del siglo IX, concretamente en 889, cuando Sawwar ben Hamdun tuvo que refugiarse en la alcazaba y repararla debido a las luchas civiles en las que estaba envuelto el Califato cordobés, y al que pertenecía Granada. Más tarde, el reciento comenzó a expandirse y a llenarse de gentes, y los primeros monarcas ziríes decidieron fijar su residencia en lo que hoy conocemos como el Albaicín.
La incorporación del castillo de la Alhambra al recinto amurallado de la ciudad en el siglo XI la convirtió en una fortaleza militar desde la que, como hemos comentado anteriormente, se dominaba toda la ciudad. Pero no sería hasta la llegada del siglo XIII cuando el primer monarca nazarí Mohamed ben Al-Hamar (o Mohamed I) fijó allí su residencia real, lo que iniciaría la época de mayor esplendor de la Alhambra.
En primer lugar se reforzó la parte antigua de la alcazaba con la construcción de la Torre de la Vela y la del Homenaje, se comenzó a subir agua del río Darro, se edificaron almacenes y depósitos y se inició la construcción del palacio y el recinto amurallado que más tarde continuarían Mohamed II y Mohamed III. A éste último también se le atribuyó el mérito del baño público y la mezquita sobre la que se levantó la actual iglesia de Santa María.
La mayor parte de las construcciones de la Alhambra que han llegado a nuestros días, como la reforma de la alcazaba y los patios, la ampliación del recinto amurallado, la Puerta de la Justicia, la ampliación y decoración de las torres, construcción de los Baños y el Cuarto de la Barca, el Patio de los Leones y sus dependencias anexas, se las debe a Yúsuf I y Mohamed V. De la época de los reyes nazaríes y posterior prácticamente ya no se conserva nada; mientras que de la de los reyes católicos la contribución más notable reside en la demolición de parte del conjunto arquitectónico por parte de Carlos V para la posterior construcción del palacio del mismo nombre, la construcción de las habitaciones del emperador y el Peinador de la reina.
Durante la dominación francesa, parte de la fortaleza fue destruida y no fue hasta el siglo XIX cuando comenzó su reparación y restauración, operación que se ha ido manteniendo hasta nuestros días.