sábado, noviembre 9, 2024
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Alt Empordà, el último rincón de la Península Ibérica

Mar azul, montañas, valles y bóvedas de cañón. Esto es lo que encontramos en el Alt Empordà, el último rincón de la Península Ibérica. Allí encontramos dos edificios situados en reservas naturales de gran belleza e importancia ecológica. Uno está casi bañado por el mar, el otro en plenos Pirineos; uno fue un gran centro de peregrinación, el otro es mucho menos conocido. Pero ambos tienen en común que sirvieron para estructurar y organizar este territorio en épocas convulsas. Primero a los carolingios, más tarde a los condes que detentaron el poder. En este caso a los condes de Empùries.

Sant Pere de Rodes

Alt Empordà Sant Pere de Rodes

En el cabo de Creus, tallada por la tramuntana y el mar, aparece el monte de Verdera y las ruinas de su castillo. Ladera abajo se encuentra el monasterio de Sant Pere de Rodes. La estampa que se nos muestra resulta incomparable: a un lado la montaña, al otro el mar encerrado en la bahía de Llançà, y en el medio el monasterio.

Una de las historias más conocidas sobre el origen de Sant Pere es la que cuenta que, durante el papado de Bonifacio IV, y estando Roma amenazada por los persas, el pontífice encargó a tres clérigos de confianza poner a salvo las reliquias del apóstol y de otros mártires. Una vez llegaron al cabo, enterraron los restos en el monte Verdera y emprendieron el regreso a Roma. Cuando la situación estaba más relajada, se embarcaron de nuevo en el viaje con el propósito de recuperar los tesoros, pero no consiguieron dar con ellos. Es entonces cuando decidieron quedarse en el lugar y levantar un monasterio para honrarlas.

La entrada de la iglesia está tras un atrio que albergó las majestuosas tallas del maestro Cabestany, que actualmente se encuentran en el Museo Marés. Sant Pere está configurada por tres naves, con la central de dieciséis metros de altura, tres ábsides y un ancho crucero. Los arcos se apoyan en columnas que a su vez lo hacen en los arcos torales, estilizando y multiplicando la sensación de altitud. Como toda iglesia de peregrinación cuenta con deambulatorio y, como no podía ser de otra forma, una cripta. Su claustro también es especial debido a la peculiaridad de su forma trapezoidal en lugar de cuadrada.

Bello y misterioso, el monasterio de Sant Pere parece haberse levantado al mismo tiempo que el propio cabo. Se incluye en el paisaje con tal naturalidad que parece una pieza clave dentro de este puzle perfecto.

Sant Quirze de Colera

Alt Empordà Sant Quirze de Colera

En el macizo de l’Albera, en la frontera con Francia, se levanta Sant Quirze, en el centro de un ancho valle en el que se entremezcla la vegetación pirenaica y la mediterránea.

Su origen es confuso y lejano. Excavaciones han encontrado  tumbas y restos del siglo VIII y se cree que en esa época existió un eremitorio familiar. En 844 un precepto real de Carlomagno, de cuya autenticidad se duda, le otorga diversas posesiones. En 935 se consagró la iglesia del monasterio tras la donación de terrenos por parte del conde Gausbert d’Empúries en 927. Sin embargo el edificio que hoy vemos pertenece casi en su totalidad a reedificaciones posteriores. La iglesia volvió a consagrarse en 1123 tras una ampliación.

Sant Quirze es un monasterio de planta basilical compuesta por tres naves separadas por pilares en los que pilastras adosadas sujetan los arcos torales, y tres ábsides semicirculares. Pese a ser un templo mucho más ortodoxo que Sant Pere, comparte muchas cosas con él, como la técnica de construcción, el opus spicatum romano. Pero el aspecto de Sant Quirze tiene algo especial, parece un pequeño castillo y esto se debe a que estuvo fortificado. Este lugar, que hoy parece remoto y alejado de todo rastro humano, fue escenario de las luchas territoriales entre Pedro III de Aragón y Jaume II de Mallorca, los hijos de Jaume I tras la muerte de éste. El rey de Francia, Felipe, cruzó por estas tierras como aliado del segundo en 1285, pero la invasión no prosperó y retrocedieron. En 1288 Jaume II vuelve a invadir el Empordà con tropas francesas, las cuales ocuparon y saquearon el monasterio. Precisamente de esa época es el foso defensivo que apareció en las excavaciones.

En el siglo XIV comienza el declive de Sant Quirze hasta que en 1592 pasa a depender del monasterio de San Pedro de Besalú. En 1835, con la desamortización, es comprado por el general liberal Ramón de Nouvilas i Rafols. Gracias a él y sus herederos se han conservado diversas piezas procedentes de Sant Quirze y que hoy forman la colección de arte medieval Ramón Fina i Nouvilas, situada en Castelló d’Empúries.

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