Caminito del Rey: vértigo a 100 metros sobre el Guadalhorce
El antiguo Caminito del Rey era una pasarela colgante de apenas un metro de anchura que recorría las verticales paredes del malagueño desfiladero de los Gaitanes, por encima de un vacío de unos 100 metros de altura sobre el río Gualdalhorce. Su pésimo estado de conservación, la gran cantidad de aventureros que lo intentaron atravesar con mortal desenlace, y los documentos gráficos que popularizaron su maltrecha estructura y la gesta de quienes se atrevían a desafiarlo, lo proclamaron como uno de los caminos más peligrosos del mundo.
Pero hoy ya no hay que sortear los inmensos boquetes producidos por los desprendimientos de rocas sobre su superficie, ni practicar funambulismo sobre las oxidadas vigas que servían de esqueleto cuando directamente el suelo se encontraba desaparecido. Después de permanecer más de diez años cerrado al público, el nuevo Caminito del Rey ha sido reabierto gracias a la inserción de una nueva pasarela, construida sobre el antiguo y maltrecho recorrido. Aunque es obligatorio el uso del casco, este nuevo sendero, vallado para separar a los paseantes del abismo, permite disfrutar del espectacular entorno del Valle de los Gaitanes sin necesidad de vivir una experiencia al límite.
Catorce kilómetros de cable de acero, miles de traviesas de madera de pino y más de un millón de piezas metálicas resumen en cifras la nueva instalación. La ruta cuenta con dos entradas y tres tramos bien diferenciados: dos espectaculares gargantas, estrechas y encajonadas -Gaitanejos, en el norte, y Gaitanes, al sur-, unidas por un amplio valle. Se puede recorrer en ambos sentidos, pero merece la pena comenzar a caminar desde el norte, atravesando el estrechamiento de Gaitanejos, al que se llega desde el pueblo de Ardales. Desde la caseta de recepción, el camino discurre siempre en bajada y además reserva para el final el tramo más espectacular: el vertical cañón de Gaitanes, cuyas paredes alcanzan los 300 metros de altura, accesible también desde el pueblo de Álora.
La línea férrea que atraviesa el desfiladero y cuya obra data de finales del siglo XIX, descubrió el potencial hidroeléctrico de este desfiladero. La construcción en 1903 de la primera canalización de agua propició la creación del primigenio caminito: un precario andamiaje a base de puntales de hierro y tablones de madera que se elevaba unos metros sobre el río, facilitando el tránsito de operarios y materiales.
La maltrecha senda que ha quedado mitificada y que aún es visible bajo el recorrido de la nueva pasarela, data de fechas posteriores, pues fue construida entre 1919 y 1920. Bautizada como los Balconcillos de Gaitanejos, era una vía de paso vecinal, tenía la superficie cementada con un sólido armazón de hierro y discurría a muchos metros por encima del primer caminito.
En 1921, el rey Alfonso XIII se adentró en el cañón de Gaitanejos, de menor altura y espectacularidad pero de sorprendente angostura, después de inaugurar el cercano embalse del Conde de Gualdalhorce. No es seguro si el monarca completó la ruta hasta llegar a la parte de Gaitanes, la zona más impactante en la que el voladizo recorre las imponentes paredes del cañón, pero esta visita sirvió para que la ruta se renombrase tal y como la conocemos hoy.
El Caminito ha de recorrerse son calma, admirando las grandes cuevas colgadas que explican el largo proceso de modelaje de esta espectacular formación kárstica, pero sin perder detalle de lo que se esconde bajo nuestro pies, y que podemos observar desde el mirador de suelo transparente ubicado frente a los Nichos de San Nicolás. La sinuosa pasarela que recorre las paredes del valle finaliza en un pasaje suspendido, situado en paralelo al icónico acueducto de Eugenio Rivera, que sirve para cruzar el desfiladero de lado a lado y completar una aventura de vértigo.