Especial Halloween: El Holandés Errante
Los Barcos Fantasma: la historia del Holandés Errante.
Las leyendas de barcos fantasma que deambulan por los mares a la deriva siempre han estado presentes entre los marineros. Adentrarse en el océano o en peligrosos mares siempre ha causado temor al hombre.
Junto a los mitos sobre monstruos marinos o tormentas que destruían embarcaciones apareciendo de la nada, había un terror que parecía influir con mayor fuerza entre los marinos, los barcos fantasma. Buques sin otra tripulación que los fantasmas de los marineros que perecieron en el barco mientras navegaban, almas en pena destinadas a surcar los mares eternamente por haber osado enfrentarse con la fuerza de las aguas y subestimar su poder.
El Holandés Errante
La historia del Holandés Errante es sin duda una de las historias de terror mas conocidas y de las más antiguas leyendas del mar, ya que circula desde hace, al menos, 500 años. Incluso antes de que inspirase a Wagner su ópera «Der Fliegende Holländer», la leyenda del Holandés Errante era conocida por innumerables generaciones de marinos de todo el mundo. En 1680 un barco holandés que hacía la travesía a las Indias Orientales, mandado por el capitán Hendrik van der Decken, navegaba desde Amsterdam a la colonia de Batavia, en las Indias Orientales holandesas.
Todo parecía ir bien hasta que un repentino temporal hizo jirones las velas y destrozó el timón. Conforme pasaron los días, el barco era zarandeado a la altura del cabo, incapaz de avanzar frente al viento que soplaba en dirección sudeste. Van der fiecken se enfureció cada vez más al ver que ninguna de sus habilidades y conocimientos de navegación le servían para bordear el cabo. No hacía otra cosa que proferir juramentos.
El capitán retó a Dios a hundir su barco y en ese momento, una figura luminosa apareció en la cubierta.
Todos en el barco temblaban de terror en tanto que el capitán sacó una pistola y le disparó gritando: «¿Quién quiere un viaje tranquilo? Yo no. No te pido nada. Desaparece o te vuelo los sesos». La misteriosa forma le lanza la siguiente maldición: «Hiel será tu bebida y hierro candente tu comida. De tus tripulantes sólo conservarás un grumete, al cual le nacerán cuernos, tendrá hocico de tigre y piel de perro marino. Y como te agrada atormentar a tus navegantes, serás su azote, pues te convertiré en el espíritu maligno del mar y tu buque acarreará la desgracia a quien lo aviste».
Entonces el Holandés Errante se transformó en sinónimo de malos augurios, desastre y muerte. Decían que verlo atraía el infortunio. Que los barcos encallaban en bajíos inexistentes, o quedaban varados por calmas chichas en pleno océano, condenando a la tripulación al hambre y la sed. A las anteriores calamidades se les agregó la extraña capacidad que el buque fantasma tenía de anunciar su llegada, agriando el vino y pudriendo el agua y las legumbres de las bodegas; alterando a su antojo su apariencia (para engañar a las víctimas) y, en ocasiones, acercarse al costado de los barcos entregando cartas a los marineros. Claro que, si alguien las leía, el navío jamás regresaba a puerto.