Salou, la polifacética capital de la Costa Dorada
Salou, capital de la Costa Dorada catalana, en un lugar polifacético con una variada oferta turística que apuesta más por la calidad que por la cantidad. Septiembre es un mes ideal para viajar a Cataluña, ya que es una época en la que se registra menor afluencia de gente que durante los meses de verano, mientras el clima sigue siendo privilegiado.
A lo largo de todo el término municipal de Salou son famosas las playas de Levante y de Poniente, pero hay una que destaca por encima de ellas: playa Larga. 600 metros sin edificios a la que se llega cómodamente a bordo de un trenecito turístico. También merecen mención especial la cala Penya Tallada y la cala Crancs, ancho arenal emplazado en el cabo de Salou resguardado entre isletas de vegetación.
Tras la playa Larga se encuentra también el Lumine Beach Club, que cuenta con tres campos de golf y ocho piscinas ajenas a la masificación, que combinan maravillas naturales con placeres artificiales. También cuenta con una piscina cubierta de arena blanca con chiringuito incluido, una rareza difícil de encontrar en toda Europa.
En Salou no hay que dejar de pasarse por el paseo marítimo Jaume I, que discurre paralelo a palmeras y mansiones de estética de principios del siglo XX. La pionera fue la modernista Casa Bonet, obra de Domènec Sugrañes i Gras, discípulo de Gaudí, con puerta con tejadillo y reloj de sol; la cúpula de la capilla certifica la pasión del proyectista por el trencadís (decoración tipo mosaico con fragmentos cerámicos). Este gran paseo luce en el pavimento los blasones de los nobles que conquistaron Mallorca. Sin un papel a la vista y fuentes limpias como lavabos, pasear por aquí resulta un auténtico placer.
También puede resultar curioso echar un ojo al Carrilet, el ferrocarril económico que comunicaba Reus con Salou y que nos devuelve al año 1867. Justo detrás de la vieja estación del Carrilet se encuentra la torre Vieja, que data del siglo XVI y alberga exposiciones de pintura.
Junto a la playa de Levante hay un buen número de apetecibles restaurantes que, acompañados de un digestivo paseo por la pasarela que discurre junto a los rojizos acantilados hasta la cercana playa des Capellans, pueden brindar el merecido descanso y calma que el viajero se merece.
Y después del almuerzo y el paseo, qué mejor que un buen helado. Sin duda, si hablamos de helados en Salou, La Ibense Gourmet es el lugar al que hay que ir. Con una variedad de 200 helados, esta firma que va ya por la quinta generación cuenta con clásicos como el biscuit helado y propuestas más innovadoras como el sorbete de lichis con frambuesa y pistacho.
En la costa, el faro, que data de 1858, se conserva en perfectas condiciones sobre el acantilado y ha pasado de gran desconocido a estrella del cabo de Salou gracias al nuevo camino de ronda. Desde allí, atisbaremos en primer lugar el puerto de Tarragona, al que sirve el faro de luz de recalada, y después el mirador, donde podemos encontrar un panel para reconocer aves marinas. El entorno resulta esplendoroso cuando el sol se derrama sobre el Mediterráneo.
Pero no todo en Salou son playas, restaurantes, puestas de sol y paseos. Si lo que buscamos son emociones fuertes no hay que dejar escapar una jornada en PortAventura, bestial parque de atracciones que cuenta con espacios acuáticos como el Costa Caribe Aquatic Park, con unos 50.000 metros cuadrados de superficie, y refrescantes atracciones como los Tronquitos o el Angkor, en donde los grupos de navegantes se empapan con cañones de agua en medio de una ambientación camboyana.
Una vez mojados es hora de secarse, y si la espectacular montaña rusa con caída de 78 metros Shambhala no consigue sacudirnos el agua, probablemente haya que probar en el Dragon Khan, una de las montañas rusas más rápidas del mundo cuyo impulso inicial no dejará indiferente a nadie.
Para los más peques, Sésamo Aventura es el lugar ideal, con multitud de atracciones de pequeño formato que harán las delicias de los niños.